Los melocotones y los albaricoques son las frutas del verano por excelencia, parece que ya eran apreciadas hace cuatro mil años por los emperadores chinos. Viniendo de Asia Central, llegaron a las costas del Mediterráneo después de las conquistas de Alejandro Magno. En Egipto eran frutos sagrados para Harpócrates, dios del silencio y la infancia, tanto que incluso hoy en día las mejillas de los niños se comparan con estas frutas, por su suavidad aterciopelada. Después de un período de olvido, los árabes reintrodujeron su cultivo, no solo con fines gastronómicos sino también con fines farmacológicos. Gracias a su belleza y color, estas frutas se representaron en pinturas en los cuadros de Caravaggio, Renoir, Arcimboldo y Monet.